10 mayo 2010

El cielo gris...


Hoy levanté la vista, y a través del vidrio del vehículo en movimiento, vi que el cielo alrededor de mi estaba gris.

Eran nubes pesadas, que parecen estar mas cerca de nosotros que las blancas que flotan como entre los rayos del sol.

Me gustan apasionadamente las nubes grises y el agua que traen. Mojarme bajo la lluvia es una de las experiencias más gratas de mi existencia. Enteramente. No tengo que cuidarme ninguna inversión hecha en la peluqueria, ni me molestan los zapatos y las medias empapados.

Pero esta tarde, esta en particular, miré las nubes grises y tuve una pequeña punzada de nostalgia y de curiosidad insolventable.

Como te conozco puedo suponer que las nubes grises no te gustan apasionadamente ni remotamente tampoco. Te gusta el sol brillante, lo sé bien.

Y por eso me afecto un poco ver nubes grises hoy. No las viste tu, las vi yo pero eso no cambiaba nada. Porque no pude evitar preguntarme si ese tipo de promesa liquida, al disgustarte un toque, al ponerte siempre un poco triste, te haría recordarme. Una tristeza despierta otra.

Lo único que si sé es que, hoy, y tal vez solo por este día, las nubes grises me hicieron recordarte.

Y de ello conservé tu nostalgia consecuencia de los días grises... Pero por hoy. Solo por hoy. Espero...

Tuyos sean los días de sol brillante y míos los de lluvia y nubes bajas...
Como en tantos otros aspectos, las dos caras de la misma moneda, hechas carne y sangre.

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