23 octubre 2013

The forgotten light at the end of the world


Dejo que mis piernas cuelguen de un profundisimo abismo.
Experimento como si fuese algo nuevo el peso de mi propio cuerpo y el cosquilleo 
de mi largo cabello negro sobre mi rostro.
Mi piel, tan blanca, contrasta con el gris de las rocas.
Un paisaje en blanco y negro y sumido en silencio absoluto.
A estas alturas parecen no llegar ni los recuerdos.
Mucho menos la vida. Ni la muerte.

El sitio ideal para afrontar y acatar la eternidad del tiempo y el destino.

Y puede que aquí mi destino no me alcance.
Como no lo hace tampoco cuando no estoy aquí.
Jugamos a esquivarnos uno al otro. A pesar de que, como en cualquier juego donde 
dos corren tras el otro nos hemos golpeado de frente, a veces en un impacto tal 
que ambos hemos caído al suelo un poco aturdidos. Para levantarnos y seguir evitándonos.

Respiro la paz de haberme alejado del ir y venir de la humanidad.
Cierro los ojos unos segundos y me sorprende un leve ardor y una imagen de puerto 
e iniciales que se repiten.

Me he dejado de violencias. He concentrado todo adentro.
Y eso ha hecho mis ojos mas verdes, mi risa mas cristalina.
Y de este mi lugar favorito de descanso.

En un valle azulado en el pico frente a mi, en el centro de un circulo de fuego oscilante, un grupo de 5 le canta a la olvidada luz en el fin del mundo.

Y los 6, cada quien a su manera, le rendimos honores al origen de la noche y el tiempo.

That night


Me levanté y dejé atrás el banco.
Le di la espalda y le sonreí a la sirena. La hice participe de mis nostalgias de plumas blancas y le pedí que las conservara por mi, ella que colecciona testimonios, secretos, logros y penas.

Tal vez haya sido yo otra victima encantada por las notas que profiere para los perdidos.
Aunque yo, mas que perdido estaba ausente.

Comencé mi recorrido a paso tranquilo, entre arboles iluminados y coquetas terrazas 
de bares populares.

Veo a la gente a los ojos, que tanto contrastan con los míos,
Y es una extraña mezcla de confianza y curiosidad lo que fluye, como un perfume que flotara 
y proviniera de la piel mas que de la psique.
Escucho el sonido y ritmo de aquella lengua fascinante, tan llena de "Us" y "kas".

Aun en medio de las conversaciones y el pasar de la gente bajo el sol en estas tierras,
el silencio es omnipresente.
Es fácil imaginar todo bajo la luz característica del invierno y reflejada por la nieve.

Y vivo mi experiencia entre sueño y realidad, en la alternancia de lo efímero y la esperanza 
de lo definitivo.

No me quiero ir y no me puedo quedar, pero, esa ultima mirada que recibí fue un llamado 
a volver y a adoptar raíces de otros como propias aunque sea para darles forma única.

A pesar del tiempo que toma crear espacio.


21 octubre 2013

Crepusculo


En un halo de nostalgia translucida, volví.
Sentado a orillas del Mar Báltico  en un banco, observando un barco envuelto 
en un crepúsculo rosa gris.
Con la sirena a espaldas y en tiempo detenido.

Solo importaban la punta de mis zapatos, la solidez que me ofrecía apoyo, 
el sol de medianoche y la agradable sorpresa de la calidez de su piel rubia 
(a la que renuncie desde siempre).
Y la única marca del progresar del reloj eran los cambios en los matices de rosa 
que se tornaban violeta.

Se levanto entonces la brisa y trajo consigo imágenes de fogatas salvajes 
y el pueblo hijo de Odin.
Frío, fuego y la espera del fin del mundo entre las fauces de un lobo mítico indetenible. 
Una gótica tierra de titanes.

Flotaba sobre la superficie del mar, a solo centímetros de mi asiento, una gran pluma blanca.
Y en principio pensé que era la de un cisne.
Pero pronto se me hizo obvio que en realidad le había pertenecido a Icaro.

Y el agua, que tanto se asocia al inconsciente, me ofrecía su ultimo rastro para que no pudiese olvidar que de el solo quedaba eso.
Y que Icaro jamas fue Fénix.

No me incline a tomarla ni desistí de mi ensueño de fin de día. 
Ya el mar había hecho ofrenda al hacer retornar el recuerdo en la única persona 
a la que le importaba.

Le desee la capacidad de olvidar,
espero que le trajera eterno consuelo el movimiento suave del agua tan fría, 
a un mundo de distancia de nosotros.

Para mi serán plumas de ave majestuosa que reflejan la posibilidad de raíces inesperadas.

Sentado en mi banco helado, sosteniendo el conocimiento de mi regreso dulce amargo, 
yo no invoco mitologías ajenas.

Antes de alejarme de la orilla coloque la palma sobre la superficie fluctuante del Báltico 
e imagine la profundidad.
Esperando que así como trajo a mi, también lleve mi llamado.