23 junio 2010

He tenido que...


He tenido que despedirme de ti...

En una escena de los mas digna del cine clásico americano de la década de los 50.
En mi mente se desarrolla como la toma en blanco y negro del andén de un tren que lentamente se va alejando. Sombrero, sobretodo y cigarrillo pendiendo de la boca incluidos... De noche, claro. El día no da la misma oportunidad a las despedidas y las nostalgias...Muy Bogart al fin...

Solo que no sé cual de los dos se subió en el tren, y observa la estación de ferrocarril que se hace segundo a segundo mas pequeña, el rostro pegado a la ventanilla, y cual se quedó en un punto fijo, envuelto en las sombras y la brisa fría que asola. Ambos fijando en la memoria, la inclemencia de tal imagen.

Pero las lágrimas no asoman. En los ojos de ninguno de los dos.

Siempre he creído que los mayores dolores no encuentran camino de esa forma. Ni a través de las palabras. Tal vez, y solo tal vez, a través de las miradas.

Así que fue una despedida silenciosa y sin llantos, sin demostraciones grandilocuentes. Ya no había posibilidad de decirnos nada, ni la necesidad. Y observamos con un dejo de pena enajenada, tomados de la mano, los adioses desgarradores de otros. Porque supimos que aquellas, de algún modo, dolían menos que esta, ya que habían encontrado camino...

Nos queda, un mundo de recuerdos vividos, un universo de posibilidades silenciosas y jamás transitadas, una medalla al cuello para mi y una rosa roja entre las paginas de tu libro favorito a ti... Mas que suficiente para vivir una vida de ausencia -sombría- tan real como lo que está destinado a sucedernos... Y suficiente para ser el secreto mejor guardado del otro. Inconfesado mas nunca inconfesable, pero tan cercano al sagrado que nos negaremos siempre a compartirlo.

Has tenido que dejarme ir, a mi, que siempre estaré contigo...
He tenido que decirte adiós, a ti, que siempre estarás conmigo...

1 comentario:

Lulu dijo...

"Los mayores dolores no encuentran camino de esa forma."

El mayor dolor de mi vida me dejó impávida. Un poco, incluso, sonreida.

Hubiera querido que con la sonrisa se le atenuaran los dolores del adiós a él. Pr él si llego a tener los ojos llenos de lágrimas.

A mí me tomó años, cartas, pinturas, pinceles, pilas de discos de música, psicólogo y psiquiatra deshacerme medianamente de ese dolor...

Alguna vez lloré. Pero no ese dolor, sino episodios individuales, y pequeños, que hacían de eslabón en la cadena enorme que era ese dolor.

Abrazote para tí...